Traveller History

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sábado, 23 de noviembre de 2019

El turismo y su intrusión

Este viaje me deja un sabor agriculce. 

Aquí comprendí que lo comercial puede sacar a un país de la pobreza, pero ¿a qué costo? 

Croacia, se volvió república en 1991, hace nada en mi opinión. Creo que a raíz de esto tiene algunas costumbres que en otros países no existen. Como por ejemplo: aun se fuma dentro de los locales, los edificios tienen un estilo de los 60 y me parece que su pueblo aún no comprende el boom turístico del que son parte. 

Vista desde el apartamento en donde nos quedábamos
Este viaje me hizo evaluar mi labor como invitada en los países que visito y siento que lo estoy haciendo muy mal. Para empezar, siempre hablamos en inglés, sin siquiera intentar decir un hola en Croata. ¿No sería nuestro deber tratar de encajar? ¿A través del lenguaje dejarles saber que estamos agradecidos porque nos abran la puerta de su casa?


Tristemente, a este paraíso de playas azules y transparentes le queda poco, el viajero de paso, destruye sin piedad la naturaleza, utiliza Split como el espacio de recreo. 

Saliendo de la cueva azul
El malecón, está repleto de restaurantes que venden hamburguesas, pizza y fast food, por ninguna parte encontré una representación local. Y las botellas de plástico flotan libremente por el mar. 

El parque Marjan, por el contrario, se me presenta como un espacio que se escapa de la invasión extranjera, es una recorrido boscoso para caminar y respirar aire fresco, el trekking lleva unas cuatro horas y haciéndolo puedes atravesar el lugar casi de punta a punta. 





Al croata “lo entiendo” como un individuo muy reservado, al que no le queda de otra que aceptar el tumulto de extranjeros en el verano, para luego disfrutar de la calma en los inviernos, me parece interesante que para los locales, las estaciones tengan una división diferente, primero la calma y luego el desenfreno. 

En este punto filman películas de Hollywood

Después de haber sido un lugar “indeseable” para muchos, un lugar de conflicto, muerte y gobiernos opresivos, ahora es un destino prominente y exótico para cualquier “gringuito” que busca comer hamburguesas y hablar inglés en otro territorio y sin pena comentar, entre un sin número de personas: hello, can you move? Como si no fuese su responsabilidad, como es la de todos de esperar con paciencia, nuestro turno. 

Por suerte, antes de despedirme de este lugar bendecido por su naturaleza, nos encontramos con Ornela, una mujer que busca devolverle a Split el cuidado que se merece, pidiendo ayuda a organizaciones sin fines de lucro para que las aguas negras de este lugar puedan ser tratadas adecuadamente. Con entusiasmo, ante mi pesimismo, me enseña el legado del emperador Diocleciano, quien se proclamó el dios Júpiter, con el objetivo de mostrarse un súper hombre y poder controlar al pueblo ignorante. Nos presenta un palacio excepcionalmente conservado, impecable en sus detalles, grandioso en sus pasillos. 

Palacio de Dioclesiano
Ornela lo sabe y yo también, este lugar en el que ahora estamos se volverá un recuerdo en poco, como pasó con el Parc Güell, hace 7 años entré a este lugar sin pedir permiso a nadie, paseé por cada esquina, me comí un helado en sus bancos de madera, y ahora no se puede entrar sin pagar, no se puede sentar en los jardines con una manta a conversar.

Lo mismo pasará con el palacio de Diocleciano, yo calculo que en dos o cinco años, las empresas privadas comprarán el territorio, ya no habrá locales colgando su ropa en el patio, un lugar libre en su momento y ahora ocupado por inmigrantes de paso como nosotras. 

¿Dónde se hace la línea divisoria entre la prudencia y el abuso? ¿Cómo se construye un turismo responsable? ¿Cómo se preserva la cultura local si no hay locales que nos la cuenten? 

Croacia, esta vez te hablo solo a ti, me voy con la seguridad de haber visto algo grandioso, único e irrepetible. Espero regresar y encontrarme un gobierno que tome iniciativas para conservar los recursos naturales e incentivar un ecoturismo que sea ejemplo para el mundo. 

Espero que estos paisajes que tengo en mi mente, porque ninguna cámara de fotografía puede capturar tanta belleza, no queden solo en mi recuerdo, si no que las imágenes del paraíso terrenal puedan pasar de generación en generación, que se traduzcan en alegría para el pueblo croata que ya ha sufrido suficiente.

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